“Cada día esconde una nueva revelación o un nuevo descubrimiento que puedo obtener”
Bruce Lee
Es común que, cuando hemos tenido una buena experiencia, queramos repetirla. Así, deseamos que el viaje, la cita o la fiesta que estamos planeando resulten igual de satisfactorios que los anteriores. Nos aferramos a la idea de lo que ya hemos vivido y quisiéramos volver a experimentarlo de igual manera. Si la última vez que comimos en un restaurante en particular fue muy placentera, quizás por la comida, la compañía o una combinación de ambas, deseamos sentir el mismo gozo en esta ocasión.
No caemos en la cuenta de que estamos en un momento diferente de nuestras vidas, que lo ya vivido no se puede repetir. Dice una frase del filósofo griego Heráclito, que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Aún cuando en el fondo sabemos que lo que afirmaba Heráclito es verdad, insistimos en tratar de repetir experiencias, nos quedamos fijados en algo que hemos disfrutado con anterioridad: una agradable velada con la persona amada, la celebración de nuestro cumpleaños o una fructífera sesión de trabajo en equipo.
Repetir lo que ha sido placentero no está mal, pues en este deseo de volver a vivirlo reside, en parte, la búsqueda de la felicidad. Después de todo, ¿a quién no le gustaría experimentar sensaciones gratas continuamente? Procurarse momentos plácidos o estimulantes nos llena de vitalidad. Todos conocemos el efecto positivo que tiene en nosotros haber visto una película que nos deja con un buen sabor de boca, lo deleitable de una animada conversación con un grupo de amigos o lo plácido que puede ser un paseo tranquilo por el parque.
¿Quiere esto decir que no debemos repetir ningún suceso, actividad o encuentro? No se trata de eso. Volver a reunirnos con nuestros amigos, planear la celebración de una fecha importante, correr cada mañana por un sendero flanqueado por árboles en el parque, todas estas actividades se pueden hacer una y otra vez, si uno las encuentra atractivas. Los hábitos –conductas repetidas muchas veces– pueden ser muy útiles, pero hay que estar abiertos a la posibilidad de modificarlos creativamente cuando sea necesario. Por ejemplo, la experiencia de correr por el parque cada mañana puede ser totalmente nueva si así lo decidimos: se puede correr en diferentes direcciones, se puede poner especial atención a la luz a través de los árboles, se puede correr a la vez que se escucha música o el canto de los pájaros. Los hábitos no tienen por qué ser monótonos, en realidad pueden ser algo muy creativo si se realizan con una mirada fresca y renovada cada vez.
La complicación surge cuando deseamos experimentar exactamente el mismo gozo que en una ocasión anterior, los problemas surgen cuando nos aferramos a lo ya vivido. Bien sabemos por experiencia propia que, así como nos lo recuerda Heráclito, es imposible volver a vivir algo exactamente de la misma forma en que lo hicimos en el pasado. Así, insistir en que ese maravilloso encuentro que tuvimos en pareja se repita con exactitud sólo nos lleva a la decepción. Es como si esperáramos que la fotocopia de un documento luciera exactamente como el original.
¿Significa esto que no hay que planear? En absoluto. La planificación es de gran utilidad porque nos aproxima al logro de nuestros objetivos. Sin embargo, es necesario que estemos conscientes de que una planeación excesiva nos puede llevar a la rigidez y frustración si las cosas no salen como lo hemos anticipado. Siempre surgirán cuestiones imprevistas con que lidiar, por lo que hay que dar lugar a lo que está fuera de nuestro control.
El sol es nuevo cada día.
Heráclito de Efeso
Para vivir cada situación plena y verdaderamente, hace falta una dosis de espontaneidad e improvisación. En ocasiones se requiere de la disposición a tratar y fallar, a estar abiertos a la posibilidad de que las cosas no resulten como las hemos imaginado. La disposición mental para ir construyendo cada vivencia por medio de la creatividad determina, en gran medida, cuán satisfechos estamos con nuestras experiencias diarias (Blatner, 2005).
Cuando inicias un nuevo ciclo, es una buena oportunidad para desarrollar la espontaneidad:
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Acoge lo que va apareciendo a cada momento
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Pon atención a lo que oyes o ves por primera vez
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Da la bienvenida a lo diferente respecto a lo que conocías antes
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Sustituye conductas por otras más útiles y placenteras
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Crea a partir de lo que se te presenta a cada instante
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Renueva las ideas y conductas que ya no te son de utilidad
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Observa tu tendencia a repetir las experiencias placenteras que ya has vivido
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Cuestiónate si lo ya vivido, y que ha sido desagradable, necesariamente tendría que suceder nuevamente, por ejemplo, en el caso de una mala experiencia en el trabajo o una relación.
Adopta una mirada fresca ante lo nuevo, una mirada de apertura y disposición mental hacia la espontaneidad, la improvisación, la creatividad, lo novedoso y original en cada momento de tu vida. Después de todo, como dijo Van Gogh, “Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?♦
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