Esto también pasará

“Las dificultades también pasan como todo lo demás pasa, sin dificultad”

Antonio Porchia

 

Los cuentos guardan en sí un gran poder de transformación y una sabiduría milenaria. En sí, es a través de cuentos que por siglos se ha transmitido de manera sencilla el conocimiento de los grandes sabios. Es por esto que, a veces utilizo cuentos en mis sesiones terapéuticas. En esta ocasión quiero compartir contigo un cuento que, a mi parecer, encierra un bello y útil mensaje. A pesar de que el cuento transmite por sí solo el mensaje, al final, hago una reflexión acerca de éste:

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

–Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos los que escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total…

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

–No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje -el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas -le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino.

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía

“Esto también pasará”.

Mientras leía “Esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes… y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

–Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

–¿Qué quieres decir? -preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

–Escucha -dijo el anciano-, este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:

–Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

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Algunas reflexiones con respecto a este cuento

El mensaje que recibe el rey permanece oculto, listo para usarse en momentos de angustia, para dar consuelo en momentos difíciles. Es un mensaje sencillo, de tres palabras, así como son algunas de las cosas más útiles en la vida. Es un anciano sirviente quien le regala el sabio mensaje, lo que me hace pensar en la sabiduría de los ancianos y de la gente que vive vidas sencillas, como los sirvientes. Hay tanto que podemos aprender de ellos.

Cuando el rey lee el mensaje en un momento de desesperación, su experiencia inmediata es de silencio, de paz. El enemigo que las palabras derrotaron no era el ejército, sino la inquietud, el desasosiego del rey. Después de esto, el rey reunió a su ejército y reconquistó el reino. La paz y el sosiego le proporcionaron la fuerza necesaria para seguir luchando. Ante la victoria y celebración, el rey debe volver a mirar el mensaje: “Esto también pasará”. También lo agradable, bueno o placentero termina. Esto es una invitación a disfrutar del presente, de ese momento de regocijo, con la plena convicción de que en algún momento vendrá algo más, quizás no tan placentero.

Al leer el mensaje en esta nueva situación, el rey vuelve a experimentar paz y silencio, porque en ese momento se da cuenta de que nada es permanente. Cuando descubrimos algo tan maravilloso no podríamos sentir algo más que eso: descanso y placidez.adler-589599_1280

Las tres palabras nos recuerdan que algo grato o ingrato vendrá después. Esto, por supuesto, no tiene por qué ser motivo de angustia. En eso precisamente consiste la sabiduría del mensaje: hay que aceptar la naturaleza cambiante de las cosas, entender que a veces estamos arriba y otras abajo y aceptar lo que nos toca vivir a cada momento de la mejor manera posible. La aceptación es lo que trae la tan ansiada paz y tranquilidad.♦

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